Cuando hablamos de ordenadores gaming, destinados a jugar a videojuegos potentes, pocas veces nos paramos a analizar concretamente las placas madre, salvo si nuestra intención es la iniciar algún tipo de overclocking o requerimos de algún elemento que no es común en las tarjetas madre convencionales.
Pero existen algunos elementos interesantes que podrían potenciar nuestra experiencia de juego sin incrementar demasiado el coste. Por ello, vamos a analizar los diferentes elementos que las componen, para saber si tu ordenador una buena placa madre o si necesitas comprarte una nueva.
¿Cómo puedo saber si tiene mi ordenador una buena placa madre?
Para elegir la mejor placa madre es importante conocer los elementos fundamentales que la componen y cómo estos influencian en la experiencia de juego.
Lo más importante en las placas madres: El socket para el procesador
En primer lugar, el elemento imprescindible y que hay que comentar necesariamente es el tipo de Socket. Hay que tener en cuenta que en función del procesador que hayamos elegido, será necesario que dicha placa sea compatible con el socket del procesador en cuestión. Generalmente cuando utilizamos configuradores de distintas páginas de compra de componentes online, se suelen limitar las tarjetas madres en función del procesador que hemos seleccionado.
Pero al menos es bueno saber que los más conocidos a día de hoy son, por la parte de Intel, en la gama de máxima potencia para gaming (gama 8000K), tenemos el Socket 1151 y en la gama de “estaciones de trabajo”, menos óptimos para el gaming (procesadores Core i9), tenemos el Socket 2066. Si nos vamos a procesadores más antiguos, tenemos el socket 1150 y el 2011-3 respectivamente.
Por otro lado en la gama AMD tenemos el socket Threadripper (TR4) para los últimos procesadores tope de gama, luego el Socket AM3 para los antecesores a estos y finalmente el FM2 orientado a procesadores de bajo consumo.
Otros aspectos fundamentales para tener la mejor placa madre orientada al gaming
Hoy en día, si queremos un ordenador de último nivel para jugar, tenemos que pensar en dos aspectos fundamentales:
- Un disco duro rápido implicará mayor velocidad de carga, sobre todo si jugamos a juegos pesados monojugador. Los escenarios, las texturas y demás elementos que ocupan mucho espacio, deben ser extraídos del disco duro y la velocidad del mismo es clave. Por tanto, contar con un SSD M.2 es importante y por ello es fundamental una placa base que lo soporte. Si a esto le sumamos el relativamente nuevo estándar NVMe compatible solo con ciertas placas madres, tendremos un extra para mejorar la experiencia de juego.
- Chips de audio integrados con DSP: esto es un añadido muy interesante dado que, si nos interesa tener un audio de máxima calidad, podríamos comprar una tarjeta de sonido independiente. Pero disponer ya esto en la placa base puede ser un añadido para disfrutar del mejor audio posible, dado que en el fondo son pocos los que luego invierten más en este aspecto.
Las tarjetas madres son la base de un buen overclocking
Algo que pocos saben es que los procesadores suelen tener una configuración demasiado conservadora de velocidad. Esto implica que si tenemos tendencia a cambiar de ordenador cada pocos años, sacar un extra de rendimiento a nuestra configuración no dañará los componentes y podremos ganar perfectamente entre un 10 y un 20% de rendimiento adicional sin poner en peligro la máquina. Para ello es importante comprar una placa base sólida bien refrigerada y un VRM de calidad, que aporten la máxima estabilidad cuando decidamos a iniciarnos en el overclocking.
Si nuestra placa base tiene todo esto, entonces podremos sacar provecho inmediatamente. Pero si no es el caso, como un dato general, no merece la pena cambiarla para adquirir nueva funcionalidad. Casi siempre es posible amplificar la funcionalidad con tarjetas de expansión y el rendimiento de lo que no se puede ampliar, nunca suele ser excesivamente superior con un cambio.